viernes, 4 de abril de 2014

Descripción del personaje: "Sergio"

Sergio nació en una sala del Hospital Regional San José del Carmen de Copiapó, en la región de Atacama, Chile. Su madre lo dejaría en el orfanato de La Purísima una hora después de haberlo conocido. Permanecería en La Purísima hasta los siete años, antes de ser adoptado por una simpática familia. Siempre tuvo un carácter tranquilo y afable, lo que le permitía ocupar posiciones modestas en los lugares a los que llegaba. Desde que estaba en el orfanato, prefería ahorrarse los moretones y mordidas de las riñas por los juguetes nuevos que llegaban cada año en Navidad, y deleitarse con los pequeños placeres que la vida en el orfanato le ofrecían. Solía entretenerse con los escarabajos que encontraba en los pasillos: les amarraba un hilo en el tórax y los hacía dar vueltas en el aire; apresuraba con una varita el pausado paso de las arañas; observaba el baile de las palomas en los cables de luz; en primavera, se recostaba en el pasto fresco mientras pegaba una margarita a su labio superior, y así olisqueaba dulce polen de la flor. 

Estas aficiones serían recibidas con gracia y risas en la casa de sus padres adoptivos, que gustaban de su curiosidad infantil. Cuando él tenía diez años, al padre le ofrecieron un ascenso y la posibilidad de mudarse a otro país. Fue así como llegó a México. Si el choque cultural fue abrupto o no, él no lo sintió. Como hemos dicho antes, el pequeño se caracterizaba por su capacidad de adaptación. Esto podría llegar a considerarse una flaqueza de carácter, más en la vida real, representa un eficiente mecanismo de supervivencia. Además de saber evitar problemas, no tenía dificultad para relacionarse con otros, aunque tampoco lo atosigaba la necesidad de rodearse de amigos. Fue así como al poco tiempo de haberse instalado en la Ciudad de México se hizo de varias amistades que lo acompañarían a lo largo de su adolescencia y más. Los años pasaron y Sergio dejó de torturar escarabajos y perseguir arañas. En su lugar, la apreciación de la vida citadina y las representaciones artísticas se volvieron sus actividades favoritas. 

La curiosidad que lo caracterizó de pequeño no abandonaría su esencia, al igual que el acento de su madre patria, que siempre lo delataría como extranjero. Aún si no tuviera acento, no se le podría encasillar en un genérico como “mexicano” o “chileno”. Su origen era su propia existencia; su identidad no dependía del reconocimiento de los demás ni del país en el que había nacido ni de quienes lo habían criado. No se sentía huérfano, se sentía él mismo, y vaya que lo era. Su pasión por los detalles y la poesía de la vida cotidiana lo llevarían a estudiar artes, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Un miércoles a las seis de la tarde, recién iniciado el octavo periodo de la carrera, conoció a Elisa. Sergio caminaba por la acera, rumbo a su casa en Arboledas, no muy lejos de la facultad. Había poca gente caminando a esa hora sobre la Vieja A Santiago. Iba abandonado a la contemplación del día que se extinguía en el horizonte cuando notó una ruptura en el ritmo del momento.


Lo primero que ella notó fue la oscuridad de su mirada, profunda y fascinante. Mechones de cabello negro y ensortijado enmarcaban su rostro claro y definido. Su nariz recta se interponía entre el par de lagunas que la observaban atentamente, mientras ella se reponía del forcejeo y la lesión recién ocurridos. El malhechor se alejaba con el morral de la chica entre las manos, triunfante y sin detenerse. Sergio no trato de seguir al perpetrador, prefirió auxiliar la herida que Elisa se había hecho al ser impelida por el asaltante. Él sabía bien que en México uno no se puede permitir actos heroicos a menos de querer convertirse en un mártir que probablemente sería olvidado en una semana. Así pues, se acerco a la chica y le ofreció su ayuda. 

(en proceso...)

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